Fernando III, rey de Castilla y León.
Museo del Prado
Bajo su reinado se reconquistó Jaén (1 de diciembre de 1226)
y Córdoba (29 de junio de 1236) con todas las tierras y poblaciones de sus
respectivos reinos. En 1244 sus huestes tomaron Mula, Lorca y Cartagena,
sitiada por mar por una armada que vino del Cantábrico, preludio de los planes
que tenía Fernando para tomar Sevilla, cuya toma constituyó su gran timbre de
gloria.
La operación de la toma de Sevilla fue combinada (se
incorporaron, a las fuerzas castellano-leonesas, mesnadas aragonesas) y
conjunta pues la “recién nacida” Marina de Castilla, con una armada de 13 naos
del mando de Ramón Bonifaz, derrotó en aguas de Sanlúcar de Barrameda
(varios días de abril de 1248) una escuadra mora de otras 30 naos enviadas
desde de Ceuta y Tánger, para socorrer a los sevillanos, apresando algunas y
quemando o echando a pique otras, privó a Sevilla de sus aprovisionamientos por
mar. El 3 de mayo inmediato siguiente, Bonifaz lanzó sus naves, a favor de un
buen viento, contra la talanquera que cerraba el Guadalquivir con gruesa
cadena, desbaratando enseguida el puente de barcas de Triana, verdadero cordón
umbilical de la cercada Sevilla, que quedó privada de su rico Aljarafe,
rindiéndose por fin el día 23 de noviembre de 1248.
A San Fernando le sucedió en el trono su hijo Alfonso, que
fue el décimo de ese nombre y recibió el apodo de “el Sabio”. En su código
de Las Partidas ordenó los ejércitos y armadas de su reino y, ante la
dificultad de definir “lo naval”, equiparó sus fuerzas a las terrestres, así en
la Partida 2ª, Título XXIV, Ley 3ª, Almirantes, sus cualidades e investidura,
distingue entre Flota y Armada, la primera sería “…como hueste
mayor…” y la segunda “…como cabalgada…”.