Tomo la palabra contando los
cuidados de los heridos que existen desde que los hombres se han agredido entre
ellos.
Nos explicó con todo tipo de
detalles, como durante la República no existía organización sanitaria como tal
dentro del ejército y los legionarios son abandonados a su suerte donde en una
primera asistencia se la realizaba el propio herido con el botiquín propio que
contenía algunas hierbas o ungüentos al cuidado de sus compañeros.
La secuencia de curación, y si
no era posible los compañeros al acabar la batalla lo trasladaban a las tiendas
campamentales que empezaron aparecer a partir del Siglo I a.C. donde los atendían
y esperar su recuperación.
Es también a partir de este
siglo y sobre todo las campañas de César Augusto, cuando realmente muestran una
especial preocupación por el cuidado de Heridos. Empiezan a aparecer las
primeras menciones escritas de médicos militares. Donde tienen una pequeña cabida en una pequeña
estructura sanitaria.
Es obligación a partir de esta
fecha del jefe militar preocuparse del cuidado y restablecimiento de los
heridos, que comienza con un médico y que luego aumenta a una estructura más
compleja que se irá desarrollando progresivamente.
En las legiones imperiales el
sistema sanitario dependía del Prefecto Castrorum. De él dependen el
Valetudinario u Hospital Militar, el primero del que se tiene constancia es el
de Haltern el servicio sanitario y el veterinario.
La labor del médico en la
legión empezaba con el reconocimiento de los reclutas antes de su ingreso en el
ejército, y el control y revisión de los heridos concediendo las licencias por
enfermedad si ello era necesario. También colaboraban en la educación de los
legionarios para el cuidado de su propia salud y prevención de enfermedades.
En cuanto a la organización el
jefe médico era el medicus castrensis o castrorum y su misión era de
coordinar al resto de los médicos de la legión. Luego nos encontramos con
los medici cohortis, uno por cohorte asimilados a suboficiales
especialistas, es decir 10 por legión. Subordinados a ellos estaban los milites
medici o soldados médicos, que no eran tales, sino simples legionarios con
algunas aptitudes y que habían demostrado capacidad para tratar los heridos y alguna
práctica quirúrgica.
Otra categoría era la de
los medici ordinarii que acompañaban a la legión cuando salía en
marcha junto a la impedimenta, y eran los encargados de atender a los heridos y
realizar las curas para su traslado posterior a las tiendas campamentales o a
los valetudinarios.
Nos indicó una serie de casos para
realizar el tratamiento más habitual era la utilización de apósitos para
cohibir las heridas, algunas veces se empapaban en vinagre y si no se recurría
a la utilización de torniquetes o la cauterización con hierro candente.
Una vez cohibida la hemorragia
se podían coser las heridas con hilo o con fíbulas, especie de grapas y se
cubrían con apósitos. Otro problema eran las heridas por proyectiles que se
tiraban con ondas, donde introducían metales, piedras, etc. que había que
extraer, para lo cual se utilizaban bisturís y varios tipos de pinzas para
introducir dentro de la herida y extraerlos.
Un tercer caso era la realización de amputaciones que siempre tenían una gran mortandad. Como instrumental utilizaban sondas, espátulas, cucharas, pinzas, agujas curvas y rectas, de los cuales se han encontrado abundantes restos en las excavaciones arqueológicas.
Desde estas pequeñas líneas he
intentado resumir a groso modo la excelente conferencia que nos impartió
Agustín. Y, sobre todo para los que no pudieron acudir, tengan más o menos una
idea de la misma.
Algunas instantaneas de la sala Verdugo.