domingo, 9 de mayo de 2021

TRADICIONES DE LA ARMADA.

Oración al ocaso.


Por regla general, los que tenemos cierta edad somos más conscientes de los peligros de la vida, no por poseer más inteligencia, sino porque durante el transcurso de los años algunos riesgos hemos corrido.

Cuando el trabajo se realiza en un entorno hostil, como puede ser el interior de una mina, en el espacio aéreo o en la mar, por poner unos ejemplos, se corre más riesgo de tener un percance que en un ambiente más amable.


Podéis imaginaros lo que sería, a partir del siglo XV, cruzar el Atlántico en demanda del Nuevo Mundo, a bordo de una carabela que tenía una eslora (largo) de 30 metros y encontrarse con una tormenta en mitad del océano ya fuera de noche o de día.

En esos momentos es cuando nos acordamos de Santa Bárbara unos, de la Virgen otros o directamente de nuestro Señor Dios.



En la Escuela Naval Militar de Marín hay una placa que recuerda a los alumnos lo que les espera fuera de esos muros y como si de un salvavidas se tratara tiene una frase grabada que dice así:

El que no sepa rezar que vaya por esos mares, verá que pronto lo aprende sin enseñárselo nadie”.

Hecha esta introducción necesaria, paso a contaros una tradición que todos los marinos españoles conocemos de sobra.


La Oración al ocaso.

Al ocaso, justo después del arriado de la Bandera, en los buques en puerto y en las dependencias de la Armada, es tradicional el canto de la Oración o, en su caso, la reproducción por la red de altavoces.

Con él, los marinos actuales se unen a los marinos españoles de todos los tiempos en el reconocimiento de su pequeñez frente a la mar.

Mientras dura el canto de la Oración, el personal en exteriores se mantiene en posición de saludo militar dando frente al lugar donde se canta o, si fuera por megafonía, al lugar donde se celebra la ceremonia de arriado de Bandera.

En la mar, el acto se sustituye normalmente por la lectura de la letra de la Oración a través de la red de altavoces, seguida de la voz “buenas noches” tradicional de la Armada al ocaso.





Ya, en 1573, Eugenio de Salazar, un viajero hacia las Indias Occidentales escribió lo siguiente:

"… a prima noche después de la cena se acuerda el pueblo de Dios por la voz del paje que trae la lumbre a la bitácora diciendo: “Amén, y Dios nos dé buenas noches; buen viaje, buen pasaje haga la nao, señor capitán y maestre y buena compaña, amén”.

Con el tiempo, las oraciones vespertinas fueron normalizándose y las Ordenanzas Generales de la Armada Naval de 1793 consideraban obligatoria la asistencia “al rosario de la tarde y demás rezos comunes, castigando al que se descuidare con plantones u otras mortificaciones.”


En la primera década de 1900, el capellán de la Armada José Mª Albacete González, compuso la “Oración del ocaso”, combinando una música solemne con una letra sencilla y emotiva.

Todo marino español la ha cantado o recitado infinidad de veces después del arriado de bandera en puerto o en la mar.

A mí particularmente me relajaba.

Dice así:



Tú que dispones de viento y mar

haces la calma, la tempestad

Ten de nosotros Señor piedad,

piedad Señor; Señor piedad”.



Dotación, buenas noches.




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