Los días 6 y 9 de agosto de cada año, conmemoramos el primer bombardeo con armas atómicas de nuestra historia, durante la segunda guerra mundial, en Hiroshima y Nagasaki. Os dejamos en el Blog un artículo del GEHM.
«Fue como un fogonazo de magnesio y, de repente, puertas y cristales saltaron hechos añicos. Entonces vimos la enorme bola de fuego en que se había convertido la ciudad de madera, paja y papel». Diario del Padre Arrupe (Sociedad de Jesús).
Corría el año 1945 y nuestro protagonista llevaba viviendo en Japón desde 1938. Atrás quedaron sus clases de medicina en la Universidad de San Carlos de Madrid con su amigo y compañero Severo Ochoa, al que quitó el premio extraordinario de la promoción, y su maestro Juan Negrín, que le recordará como su alumno más brillante.
A su llegada al país nipón estuvo varios meses estudiando lengua y cultura para luego ser enviado a la parroquia de Yamaguchi, aquella que fundó San Francisco Javier y era epicentro católico en el país. Con la expansión del imperio japonés y la entrada en la guerra, fue encarcelado por espía. Tras un mes fue puesto en libertad y enviado al noviciado de Nagutsaka, a seis kilómetros del centro de Hiroshima. Aquí pasaría toda la guerra nuestro personaje.
Mientras Arrupe oraba, su país de acogida se había expandido por todo el Pacífico y ahora estaba retrocediendo frente a la potencia estadounidense. Cansados de esa resistencia a ultranza y ya rendida Alemania, el presidente Truman decide usar un as en la manga, aquel proyecto secreto de una bomba como nunca se había conocido. Dicho y hecho, el encargado sería la fortaleza volante Enola Gay que llevaría a su Fat Man a la ciudad de Hiroshima. Junto a este avión irían otros dos, uno para fotografiar y otro para medir la radiación. El alto mando quería comprobar la letalidad de este arma para futuros usos.
A las 8:15 de la mañana del día 6 de agosto de 1945, el avión abrió compuertas y tras cincuenta y cinco segundos de vuelo, una de las principales ciudades industriales de Japón desapareció en segundos. En el noviciado jesuita se oficiaba misa en ese momento y Arrupe fue arrojado el suelo por la onda expansiva. Tras la impresión y observar lo ocurrido, el médico, junto a otros compañeros, acudió a socorrer a la población con los escasos medios que tenían.
A los tres días, mientras seguían ayudando, reciben la noticia de que ha caído otra bomba en Nagasaki y que Japón se ha rendido. Esta experiencia llevaría el jesuita a escribir el libro Yo viví la bomba atómica, uno de los testimonios escritos más sobrecogedores de lo sucedido. Por otro lado, al haber presenciado la explosión y sobrevivido, fue interrogado por las fuerzas estadounidenses ya en tiempos de paz.
Tras el ataque estadounidense, se produjo la rendición el día 15 de agosto y el 2 de septiembre se firmó. Tras esto, Douglas McArthur, el famoso general de la pipa, llevó a cabo un proceso de condena a todos los altos cargos de gobierno japonés. Este Nuremberg nipón afectó a cargos políticos, pero no al emperador, divinidad viviente. Mientras tanto, Arrupe siguió trabajando en Japón hasta que fue trasladado a Roma para ser nombrado General de la Compañía de Jesús, sucesor de San Ignacio de Loyola.
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