El 2 de diciembre de 1882, la Guardia Civil dio el primer
golpe a la Mano Negra, una organización secreta y violenta que actuaba en
Andalucía a principios de la década. En varios servicios se detuvieron a
cientos de sus miembros y se intervinieron armas, reglamentos, circulares,
claves y otros documentos.
Los nulos resultados que hasta el momento se habían obtenido
en Sevilla y Cádiz obligaron al ministro de la Gobernación, Venancio González y
Fernández, a proponer una actuación contra la temible asociación, pues a los
crímenes realizados había que sumar infinidad de delitos contra las
propiedades, donde el incendio y la devastación eran la técnica habitual.
Muchas familias habían quedado sin cortijos, trasladándose a Sevilla, las
tierras se abandonaron en barbecho, la ganadería se descuidó y la riqueza de la
comarca estaba muy resentida.
Para reforzar las escasas dotaciones de los puestos
gaditanos, el general del Cuerpo, Tomás García Cervino y López de Sigüenza,
destacó al capitán José Oliver Vidal, del décimo cuarto Tercio de Madrid, para
dirigir los servicios y las pesquisas que culminaron con el descubrimiento de
los crímenes de la Mano Negra. En su eficaz labor le auxiliaron el
comandante-primer jefe de la Guardia Rural de Jerez, Tomás Pérez de Monforte,
el jefe de la Línea de Arcos y el jefe de la Línea de Sanlúcar de Barrameda,
así como el resto de guardias civiles a sus órdenes.
En la investigación, llena de dificultades, quedó patente la previsión, la tenacidad y perseverancia de la Guardia Civil. Como primera medida, lo más acertado fue realizar acotamientos de las zonas en las que se habían producido los hechos, después se estableció una vigilancia permanente de los movimientos de la población y tras la oportuna coordinación de investigadores se analizaron todos los informes y noticias.