martes, 24 de septiembre de 2024

El Arrepentimiento por José Manuel Pinilla

 

El arrepentimiento es una parte fundamental de cualquier confesión sincera. No basta con admitir los errores si no hay un verdadero pesar en el corazón. Confesar sin arrepentirse de verdad es, en el fondo, cometer un pecado mayor. Cuando lo hacemos, no solo intentamos engañar a las personas que nos escuchan, sino que tratamos de engañar a Dios mismo, lo cual es mucho más grave. A Dios no se le puede mentir, porque ve lo que realmente llevamos dentro, más allá de las palabras que pronunciamos.

El arrepentimiento genuino no es solo un acto de palabra, sino un cambio profundo en nuestra actitud y en nuestra forma de ver el daño que hemos causado. Si alguien confiesa sus pecados sin sentir ese cambio, sin sentir ese pesar, lo que está haciendo es usar el acto de confesión como una máscara, tratando de ocultar lo que en realidad sigue siendo una falta. Y al hacer esto, no solo se queda con el pecado original, sino que lo agrava.

Tratar de engañar a Dios fingiendo arrepentimiento es un acto de soberbia. Es como pensar que nuestras palabras vacías pueden ocultar lo que Él ya sabe. Esto convierte lo que debería ser un acto de redención en una ofensa mayor, porque no solo nos negamos a aceptar de verdad nuestro error, sino que además tratamos de usar el acto sagrado de la confesión para seguir adelante sin haber cambiado.

Por eso, el falso arrepentimiento no solo no nos limpia de nuestros pecados, sino que añade uno más. Pretender que estamos arrepentidos cuando no es así nos aleja aún más de la verdad y del perdón que solo se puede obtener cuando el arrepentimiento es sincero. En lugar de liberarnos, el arrepentimiento fingido nos hunde más, porque convierte un acto de humildad en un acto de engaño.