Casi todos los españoles
sabemos que existió una ciudad en la antigüedad denominada Numancia, y que de
esa ciudad procede la famosa frase “resistencia numantina”, pero pocos conocen
los hechos de porque se ganaron esa fama. Nosotros vamos a contarlo por partes
e intentando ser breves.
Numancia era una ciudad
celtíbera que estaba situada en el Cerro de la Muela, la actual Garray,
provincia de Soria. Tenía una superficie de 8 hectáreas y en ella vivían cerca
de 2.000 numantinos
Los numantinos pertenecían a
la tribu prerromana de los arévacos, asentados en varias ciudades en el Sistema
Ibérico. Para los romanos, las tribus y pueblos del norte de Iberia (Hispania)
eran denominados celtíberos. Numancia es la ciudad más famosa de los arévacos,
puesto que es la ciudad celtíbera más nombrada en los textos antiguos.
Entre 154 a.C. y 133 a.C., año
de la caída de Numancia a manos del cónsul romano Publio Cornelio Escipión
Emiliano Africano menor Numantino.
Numancia entró en guerra
contra Roma por defender a la tribu de los Belos de Segeda. Una razón bastante
injusta y así queda patente con la frase célebre del poeta e historiador romano
Lucio Anneo Floro «A decir verdad, de ninguna otra guerra fue tan injusta la
razón, así de esta forma Numancia fue arrastrada a la guerra».
Sabiendo estos datos vamos a
contextualizar de manera breve. Durante el siglo II a.C. Roma estaba en pleno
apogeo y deseaban ampliar las fronteras de su República. Iberia (Hispania) era
un destino interesante para los romanos, puesto que era una tierra con mucha
riqueza (ganadería y agricultura, minería, comercio de salazón…). Así que,
dispuestos a conquistar Iberia, los romanos entraron en guerra con distintos
pueblos de la península, produciéndose las Guerras Celtíberas.
Tras la primera guerra (193 –
179 a.C.), las derrotadas tribus de Belos y titos, firmaron distintos pactos de
paz en los cuales debían pagar un tributo anual y prestar servicio militar en
las legiones, además tenían prohibido amurallar las nuevas ciudades, y a cambio
disponían de cierta autonomía.
En 154 a.C los Belos ampliaron
la fortificación de su capital, Segeda, aunque exactamente no incumplían el
tratado con Roma, los senadores romanos se lo tomaron como una afrenta y una
amenaza para sus intereses futuros, por lo que enviaron al cónsul Marco Fulvio
Nobilior con un ejército de 30.000 legionarios para ajustar cuentas con los
segedenses. Éstos al enterarse de la presencia de los romanos cerca de su
ciudad, la abandonaron y fueron acogidos por los numantinos, empezando así la
Segunda Guerra Celtíbera.
En la actualidad, esta Guerra
tiene mucha mayor trascendencia a nivel mundial que otras llevadas por Roma,
puesto que hicieron cambiar el calendario romano, dejándolo como hoy en día lo
conocemos. El año romano comenzaba en el Idus (día 15) de marzo, cuando se
nombraban los cónsules anuales y otros cargos políticos, de este modo cuando
querían empezar una batalla ya había transcurrido gran parte del verano y la
climatología comenzaba a ser adversa para los legionarios, y beneficiaba a los
nativos. Roma se vio obligada a adelantar su calendario a las kalendas (día 1)
de enero y así poder empezar la guerra a mitad de primavera.
Durante casi 20 años los
romanos lucharon contra los numantinos, pero estos conseguían repeler los
ataques de manera continua. Los bravos numantinos resistieron hasta que se
cruzó en su camino el ya nombrado Publio Escipión Emiliano, el destructor de
Cartago años antes. Este tomó medidas distintas a sus predecesores y en vez de
entrar en combate en tierra hostil, lo que hizo fue construir un muro que
rodeaba Numancia para después asediarla. En seis meses, y sin prestar batalla,
la ciudad cayó en manos de Roma y fue destruida.