En Guadalajara se
desarrollaron avanzados prototipos como el diseñado por Leonardo Torres
Quevedo, ingeniero de caminos, matemático e inventor español de finales del
siglo XIX. Uno de los genios de aquella aviación en pañales en la que casi todo
estaba por descubrir, o los trajes de aviador que luego inspiraron a la
misma Nasa, debido al precoz talento de Emilio Herrera Linares,
científico y aviador, jefe de la aviación republicana en la guerra civil
española y presidente de la República Española en el exilio. Guadalajara
era entonces frecuentada por Alfonso XIII y su hijo el
príncipe Juan, se labró la fama de que era un buen lugar para
desarrollar iniciativas industriales, porque era tierra de ingenieros, y eso
también contribuyó a que el monarca, sin duda alentado por el Conde
de Romanones, la eligiera para ubicar la fábrica de la Hispano
Suiza, que puso en el mercado un coche que competía en el sector del lujo
con Mercedes y Rolls Royce; y luego albergó la Hispano Aircraft,
la primera industria nacional de aviación y que dio trabajo a miles de
arriacenses.
La máxima vinculación de Guadalajara con su Ejército, el de Tierra y el que finalmente acabó alumbrando el nuevo ejército del Aire, fue por tanto muy profunda.