jueves, 8 de julio de 2021

EL SARGENTO CONTRAMAESTRE CARLOS LOSANA Y EL CABO PRIMERO JUAN CARMONA

Adelanto una breve introducción sobre la doctrina a bordo de los submarinos españoles para que los que no se desenvuelven en ese entorno puedan entender ciertas reacciones que aparecerán a continuación. 

Las dotaciones de submarinos, al desempeñar su tarea en un medio hostil como es el fondo del mar, deben tener una formación específica en resolver situaciones comprometidas en cuestión de segundos, por eso en los periodos de permanencia en la Base de Submarinos se entrenan en los simuladores de la Escuela de Submarinos una y otra vez. 

Además de eso, existen unos protocolos escritos, llamados “Órdenes Permanentes”, que todo miembro de la dotación debe saber al dedillo. El fin de este entrenamiento y capacitación continuada no es ni más ni menos que estar preparados para resolver cualquier situación en cuestión de segundos sin tener que pararse a pensar “y ahora qué hago”, tiene que salir de forma automática, y ante una emergencia se pone en marcha una serie de resortes humanos que toman decisiones de forma autónoma, sin necesidad de recibir órdenes. Para manejar estas situaciones se necesita experiencia, destreza, iniciativa y serenidad. Se juegan la vida si algún miembro de esa cadena tarda cinco o diez segundos de más de lo debido. 

El 13 de diciembre de 2009, el submarino “TramontanaS-74, navegaba cerca de Cabo Tiñoso a unas 15 millas de Cartagena (27 km), para efectuar pruebas de mar después de haber salido de un periodo de reparaciones. Durante estas pruebas, se hace hincapié en la estanqueidad del buque a diferentes cotas de profundidad, permaneciendo en cada una de ellas el tiempo suficiente para que el personal que está en las diferentes cámaras compruebe si hay alguna fuga de agua. Dan la novedad a la Cámara de Mando y cuando lo han hecho todos se ordena bajar a la cota siguiente. Normalmente, cuando se van hacer estas pruebas, el Comandante manda zafarrancho de combate y toda la dotación está en los puestos asignados y en especial alerta. Cuando el submarino bajó a cota 300, máxima profundidad a la que se le permite bajar en tiempos de paz, y tras permanecer unos pocos minutos, se produjo una vía de agua a través de un paso de casco justo en la Cámara de Mando, centro neurálgico del submarino. Teniendo en cuenta que por cada 10 metros de profundidad la presión que ejerce el agua es de 1 kg. por cm², a 300 metros es de 30 kg. por cm². Parte del agua, entra pulverizada por la presión y produce una niebla que no deja ver nada y otra parte en forma de chorro, con una potencia impresionante y con un agua muy, muy fría, la que tiene a esa profundidad. De forma instantánea entró en funcionamiento el entrenamiento recibido. 




El Jefe de Central, sargento Carlos Losana, jefe de la seguridad en inmersión, comenzó a dar órdenes a gritos para que se le pudiera oír por encima del ruido que ocasionaba la entrada de agua a presión. ¡¡¡Vía de agua!!! ¡¡¡Vía de agua!!! El suboficial del pupitre de propulsión en el PCP da avante 5 sin recibir la orden. ¡¡¡Sopla todo, timones 25 grados a subir!!! La niebla invade la Cámara de Mando impidiendo ver con una mínima claridad. 

El C1º en los mandos de soplado, a tientas, sopla todos los lastres y el timonel, C1º Juan Carmona tira de los mandos de los timones de buceo para poner el submarino a 25 grados a subir. ¡¡¡Suelta los plomos!! (Lastres de plomo de 15 toneladas que solamente se tiran cuando la situación es límite y que le quita ese peso de golpe al submarino produciendo flotabilidad positiva) El submarino comienza a subir pero el agua es poco amiga de la electricidad, más el agua salada y comienzan los cortocircuitos. El chorro helado cae sobre el C1º timonel Juan Carmona con una presión que parece que le va a taladrar el torso, pero este aguanta estoicamente en su puesto tirando de los mandos porque sabe que la vida de todos, en gran medida, está en sus manos. 

El agua también cae sobre el puesto de gobierno, desde donde se manejan los timones, que funciona con electricidad y presión hidráulica, comienza a salir humo por los cortocircuitos que se producen en algunos equipos, caen algunos generadores y los timones empiezan a fallar, el submarino no logra los 25 grados de inclinación que requiere la maniobra, sino que sólo alcanza un máximo de 10 al principio, que fue perdiendo a partir de la cota 200 hasta quedar en 5 grados. Carmona sigue aferrado al timón, tirando de los mandos como si fuera una estatua, impertérrito al chorro de agua helada que le taladra. “Alea jacta est”. La suerte estaba echada, se habían cumplimentado todos los procedimientos para esta emergencia con la máxima celeridad que requería la situación y solo quedaba contener la respiración y esperar el resultado. 


La Virgen del Carmen, patrona de la Armada
, empujaba el submarino hacia arriba por la aleta de babor y la del Pilar, patrona del Arma Submarina, por la aleta de estribor. Así transcurrieron cuatro largos y dramáticos minutos desde que se gritó vía de agua, hasta llegar a superficie. El C1º Carmona sólo soltó el timón cuando ya se encontraban en superficie. El sargento Losana, el C1º Carmona, el C1º de los lastres y el suboficial del Puesto de Control de Propulsión acababan de salvarle la vida a sus sesenta compañeros restantes. La sangre fría y, sobre todo, la experiencia adquirida en el entrenamiento por los miembros del submarino 'Tramontana' fueron los que evitaron que todos acabaran en el fondo del mar. En las dos fotografías aparece el sargento Carlos Losana, una de uniforme de faena con el “Tramontana” detrás, en la Base de Submarinos, y en la otra estoy con él en la celebración del 105 aniversario del Arma Submarina, febrero de 2020, antes de que nos encerraran a todos por la pandemia. 



Él, es el que está sin gorra. Estuvimos hablando del tema y dijo que gracias a lo que le había enseñado mi amigo, el Subteniente Juan Pedro Fernandez, el que está a su lado de paisano, que estaba de profesor en el simulador de la Escuela de Submarinos, había reaccionado tan bien. Juan Pedro le recordaba cómo se quejaban de que les hacía repetir las maniobras una y otra vez. ¿Ves para qué? Le dijo sonriendo. Como curiosidad he de decir que el Sargento Losana también le salvo la vida al Subteniente Juan Pedro Fernandez, su profesor, haciéndole la maniobra de Heimlich. Este hombre parece que está hecho para salvar vidas. Siento no disponer de una fotografía del C1º Juan Carmona.




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