Tras tensos debates, el 7 de febrero de 1518, Carlos jura las
leyes de Castilla, comprometiéndose a que los flamencos quedaran fuera de la
administración, que el Rey aprendiera español y que les diera un heredero.
Finalmente financiaron la ambición imperial de Carlos con 600.000 ducados.
A partir de ese momento, Carlos cometerá serios errores que le hacen difícil los primeros años de su reinado, especialmente al seguir apoyándose en sus favoritos flamencos en lugar de la nobleza española. Este mal comienzo derivará más tarde en la revuelta de las Comunidades, en Castilla, y de las Germanías, en Valencia, pero el joven rey, ya emperador, sabrá encauzar su reinado para ganarse el corazón de los castellanos y convertir a España en la primera potencia de Occidente.
Desde su trono abanderará el ideal humanista de la Universitas
Christiana, la supremacía de la autoridad imperial sobre todos los reyes de la
Cristiandad y la defensa de la religión. La herejía protestante le convirtió en
defensor de los ideales cristianos frente a los intereses materiales del
papado.
Venció a Francia y contuvo al imperio otomano. En 1550 hizo
algo que ningún monarca había hecho jamás: detener sus conquistas (América)
hasta tener la certidumbre de que actuaba conforme a la recta moral, episodio
conocido como la Controversia de Valladolid.
Carlos I fue el monarca que abrió para España un periodo
decisivo de su historia.
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