viernes, 5 de enero de 2024

Martillo de Herejes, Luz de Trento y Espada de Roma

 

Representación del TE DEUM celebrado por los Reyes Católicos a las puertas de Granada, de Ribera.

El concepto de Cruzada ya existía entre los reinos de la península ibérica. El papa Inocencio III concede el carácter de Cruzada a la reconquista iniciada por el rey de Castilla Alfonso VIII, que fue apoyada por todos los reinos cristianos; no se trataba propiamente de una recuperación de territorios, sino de una concepción trascendente de la vida y del mundo, era la Cruz la que guiaba a combatir al enemigo, personificado en el Islam. Este combate era lidiado en todo el continente; de hecho a la batalla de Navas de Tolosa llegaron cruzados de todos lares para combatir al enemigo común, porque la lucha era cristiana, de la Cristiandad.

La victoria de Navas supuso una continuación que no iba a parar. Castilla y Aragón prosiguieron en la Cruzada; el reino de Castilla se convertía en poderoso y Aragón, tras haber completado la Cruzada en sus territorios, se imponía en el Mediterráneo. Con tal panorama se produce un hecho crucial en nuestra historia: el matrimonio de Isabel y Fernando en 1479, por lo que dos reinos profundamente cristianos unen sus destinos e inician la más arraigada empresa que asombró al mundo en los siglos venideros.

Solo quedaba un reducto mahometano para completar la unificación de una nación, en lo religioso, político y social: Granada.

Las incursiones cristianas habían llegado a hostigar de tal manera que Granada quedaba aislada, no recibía ayuda mahometana de África, quedaba completamente circundada por el asedio cristiano. En 1487 cae Málaga, y con ella el principal puerto de abastecimiento. Baza, en el interior está asediada por las tropas de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, estableciendo nuevos códigos militares que le harán significarse en su valía. Es el germen de los Tercios.

Boabdil el Chico espera apoyo del otro lado del estrecho recluido en la Alhambra, ayuda que no llegará. No en vano, los ejércitos cristianos eran temibles y los mahometanos conocían perfectamente que les impulsaba algo más grande que su propia vida: la Cruz.

Granada es asediada, las tropas cristianas apostadas en el campamento de Santa Fe y a la espera de la rendición. El 25 de noviembre de 1491 se firma finalmente las Capitulaciones de la rendición, que se hacen efectivas el 2 de enero de 1492 con la entrada de las tropas cristianas en Granada.

Cuatro días después Isabel y Fernando entran en la Alhambra, se culmina un proceso iniciado en las montañas de Covadonga, con el que se forja una identidad de unión espiritual y política, el enemigo de la Cristiandad estaba vencido.

Jamás en la historia se ha producido un hecho semejante.

La victoria española fue aclamada en todo el continente. Roma celebró una procesión presidida por el Papa, Nápoles entró en festejos, el rey de Inglaterra Enrique VII conmemoró la victoria con palabras como estas: “la valentía y la devoción de Fernando e Isabel, soberanos de España”.

Nada debemos a los mahometanos. La victoria fue cristiana, la consolidación de una España cristiana, alborozo para el resto de reinos cristianos. Salvamos a Europa de la lacra islámica.

En palabras de Menéndez Pelayo: “martillo de herejes, luz de Trento y espada de Roma”